Mano a mano

viernes, 24 de mayo de 2013

NIETZSCHE


N-1 Contexto Hco-cultural y filosófico

a) El siglo XIX se inaugura con el Romanticismo, una corriente cultural y espiritual de reacción al racionalismo ilustrado del siglo XVIII. Frente a la omnipresencia y preeminencia concedida a la razón en todos los aspectos de la vida, se ensalza ahora la intuición y las emociones irracionales como superiores a la fría y mecánica razón, el regreso a una Naturaleza idealizada frente a la maquinización urbana, y en general la loa al artista sobre el científico o el técnico. Sin embargo lo que el siglo trae consigo es la Revolución Industrial en aquellos países donde se asientan las ideas liberales y una burguesía industrial y comerciante bien establecida con gran poder social y político, Gran Bretaña a la vanguardia. Es la época de las Revoluciones liberales en que esa burguesía aliada con los movimientos trabajadores derroca a lo largo de Europa el poder de los viejos estamentos privilegiados del Antiguo Régimen.
Sin embargo, el proceso de industrialización dará lugar a una creciente concentración del capital y las fábricas en manos de esa elite industrial emergente, y a nuevos procesos de explotación de las masas trabajadoras, pauperizadas en una situación extrema y miserable que pintarán las novelas de Dickens o de la que partirá Marx en sus análisis de las contradicciones del capitalismo. Estas masas empiezan a cobrar conciencia de clase a mediados de siglo y ello derivará en distintos periodos de Revoluciones obreras cuyo paradigma lo constituirá la Comuna de París. Es la época del florecimiento de las corrientes socialistas y anarquistas.
También será la época, siguiendo la estela del Romanticismo, de los nacionalismos –la burguesía trata de proteger estatalmente los mercados internos- con una componente de pertenencia a la tierra, las raíces espirituales y sus tradiciones históricas de carácter cuasi religioso, lo que espoleará el desarrollo de las ciencias históricas y filológicas. Será en la segunda mitad del siglo cuando estos movimientos nacionalistas logren reunificar y forjar en Europa el estado moderno alemán y el italiano bajo los acordes y mitos nacionales de Wagner y Verdi.
Nietzsche criticará en sus Consideraciones intempestivas el exaltado nacionalismo alemán tras la guerra franco-prusiana; y en general los sentimientos nacionalistas lo mismo que al socialismo como sustitutivos del viejo Dios metafísicamente muerto.
A caballo de la Revolución industrial, se desarrollan las ciencias de la energía, que frente a la exactitud matemática del viejo mecanicismo newtoniano descansan ahora en el cálculo de probabilidades y estadístico, al igual que los incipientes estudios sociales que darán pie al nacimiento de las ciencias sociales modernas.
Darwin revoluciona el pensamiento científico y filosófico con su teoría de la evolución por selección natural y pone las bases de la Biología moderna. A la adaptación ideológica de esas ideas al mundo humano, naturalizando el orden capitalista y el éxito de las clases depredadoras, la miseria mayoritaria como inevitable y la invitación a la eugenesia social que llegará a sus extremos en el S.XX,  se lo conocerá como darwinismo social.

b) El siglo comienza con la prevalencia del gran Hegel, que consumará la tradición del idealismo alemán iniciada por el ilustrado Kant. Hegel rechaza la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno y concederá a la realidad un estatus dialéctico e histórico. El de una sustancia subjetiva y espiritual –la Idea o Espíritu Absoluto- cuyo despliegue como Naturaleza y luego Historia recorre un camino necesario hacia la autoconciencia, hacia el fin de la Historia en que al fin lo real se materializa como plenamente racional: una visión lineal y progresista que culminaría en sociedades humanas al fin regidas por la libertad. Una linealidad y sentido último de la Historia de raíces cristianas, a los que Nietzsche contrapondrá su visión trágica y circular del tiempo en su Eterno retorno de lo mismo. Los discípulos idealistas y conservadores cristianos se agruparán en la llamada Derecha hegeliana, mientras que los progresistas y materialistas como Feuerbach y Marx constituirán la izquierda hegeliana, preservando su fe en un sentido de la Historia pero renegando de su idealismo: para Marx el motor histórico no serán ya las ideas sino la evolución de las condiciones materiales y sociales.
La reacción al hegelianismo vendrá dada por varios frentes irracionalistas y vitalistas. El joven Schopenhauer será un profesor sin alumnos por competir a la misma hora de las clases del viejo y consagrado Hegel, y elaborará las bases de las llamadas filosofías de la voluntad como la del propio Nietzsche, renegando de esa razón totalizante e incluso de la naturaleza racional de lo real: en última instancia, las fuerzas irracionales e instintivas de la vida subyacen a toda racionalidad, que supone una mera expresión derivada, plástica y figurativa de las mismas. Kierkegaard enfrentará al hegelianismo desde la irreductible realidad de la existencia individual, de su fe y angustia religiosas inabarcables desde la razón, poniendo las bases del existencialismo posterior del s.XX.
En Francia triunfa el positivismo de Comte que declara superada la vieja metafísica y anuncia una era positiva en que la ciencia y la técnica se encargarán de resolver todos los problemas y necesidades humanas, de la que él mismo se erigirá en sumo sacerdote (ver su resurgir en la web en forma de diversas sectas tecnófilas y futuristas). Todo ello a partir de una concepción excesivamente reduccionista de la propia ciencia para nuestros estándares contemporáneos, limitada a los campos de utilidad técnica y tangible, libre de toda especulación: la ideología tecnocrática de la Revolución industrial. Asimismo Comte inaugura la sociología como nueva ciencia, en vistas igualmente a una ingeniería social encaminada a la productividad y bienestar material.
Nietzsche, hijo de un pastor protestante y el poderoso influjo de su madre, estudia filología clásica, de la que deriva hacia la crítica cultural y filosófica. Niño y adulto enfermizo, de terribles migrañas, los conceptos de salud y enfermedad, de auge y decadencia vital que él mismo vivió en diversos periodos de su propia vida con gran intensidad, constituirán conceptos cardinales y recurrentes de su filosofía vitalista. La crítica del S.XX incluirá a Nietzsche con Marx y Freud entre los llamados filósofos de la sospecha: los grandes desveladores críticos de la cultura occidental. 




N-2. Resumen Teoría ontoepistémica
O-Ontología E- Epistemología;


O-) En sus años de estudiante Nietzsche queda impactado por El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer. Este pionero del vitalismo defiende que el mundo es la expresión plástica, fenoménica, de una ciega e irracional voluntad de vivir que permea y alienta en las cosas. Esta voluntad carece de sentido o dirección alguna más allá de su propio expresarse y propagarse a través de los seres individuales, sus instrumentos desechables. Todo ser vivo es voluntad siempre insatisfecha, decepcionada y dolorosa. El hombre es el único capaz de hacerse consciente de la ausencia de finalidad o sentido de la vida: su carácter trágico. Se trata de una metafísica intensamente pesimista de la existencia. El goce estético, la contemplación de la belleza, nos libera del dolor de la existencia momentáneamente; pero la única salvación radica en la renuncia total al deseo, la voluntaria renuncia a la voluntad camino al nirvana (la nada) budista.
Nietzsche se abocará a una superación del pesimismo de Schopenhauer. Renegará de su claudicante negación de la vida para oponerle una visión creadora y afirmativa de ese carácter trágico. Preservará su convicción de que los conceptos filosóficos fundamentales no son ya el ser o la razón, sino la propia vida como insalvable horizonte de existencia, más allá de su mero sentido biológico: una fuerza irracional, instintiva y ciegamente creadora de la que se derivan nuestros valores humanos, nuestras decisiones, interpretaciones e ilusiones cognitivas. En especial, la ilusión metafísica típicamente occidental que instala lo racional en el corazón de lo real. La voluntad de vida schopenhaueriana queda redefinida y superada como afirmativa voluntad de poder: la tendencia universal de todo lo vivo a crecer superando obstáculos, a celebrar la propia vida en sus triunfos sublimadores del dolor (lo que remite a la potencia de ser y a la alegría entendida como apertura de posibilidades en Spinoza, a quien Nietzsche admiraba). El célebre sí a la vida nietzscheano: no pese a su carácter trágico sino precisamente por ello mismo.
Igualmente resulta difícil no escuchar los ecos de la triunfante concepción evolucionista darwiniana de la época, en la que el sombrío juego competitivo por los recursos y la reproducción premia con más vida y legado a los mejor adaptados (“Y no obstante hay grandeza en esta visión de la vida”, terminaba Darwin su Origen de las especies).

O-) El primer Nietzsche, filólogo clásico, aborda su primer pensamiento original en su tesis doctoral: El nacimiento de la tragedia. Allí desmonta los prejuicios europeos heredados durante siglos, para los que Grecia simbolizaba la cuna del racionalismo, la mesura, el equilibrio, la simetría y la belleza proporcionada. Según Nietzsche, rasgos de su vertiente apolínea –rasgos del luminoso dios Apolo del conocimiento y la razón- en sus ciencias o artes plásticas glorificadas por el falsificador y cristiano Occidente, sin embargo ciego para su poderoso otro aspecto dionisíaco expresado en su arte trágico o en el espíritu de la música. Dionisos expresa la ebriedad y desmesura, la colectividad orgiástica frente a la diferenciada individuación: refleja el fondo incontrolable, oscuro e indiferenciado de la vida. En el ser humano implica las pulsiones animales que laten bajo los mentirosos ropajes culturales de civilización, racionalidad y contención –de nuevo el darwinismo y su polémica afirmación de que somos producto de la evolución animal; y décadas más tarde, la influencia de esta idea para el psicoanálisis de Freud-.
Después, la filosofía nietzscheana irá recorriendo el camino de una profunda crítica de los fundamentos de la metafísica occidental –crítica a la razón, a la moral, al lenguaje, a la ciencia- los cuales incardina en la tradición judeocristiana en conjunción con el platonismo: fuerzas espirituales decadentes que vinieron a degradar la exuberante vitalidad trágica de la Grecia presocrática. Con el racionalismo socrático-platónico aparecen los primeros signos de cansancio, y su fusión posterior con los valores cristianos desemboca en una concepción forjada desde instintos débiles, enfermizos, resentidos que se vuelven contra los propios valores vitales. Contra sí mismos.

E-) En su Verdad y mentira en sentido extramoral Nietzsche se empleará en desmontar la creencia en las verdades objetivas reduciéndolas a meros engaños del lenguaje, ese “ejército de metáforas en movimiento”: un engaño que termina hipostasiando y cosificando tales metáforas en ilusorias realidades independientes y objetivas. Quedamos así atrapados en nuestras propias telarañas conceptuales y acabamos confundiendo nuestro mapa de conceptos con el fluido territorio. La estaticidad de los conceptos conduce a la ilusión de entidades estables en una realidad dinámica y conflictiva donde no existen tales. El concepto mesa nos hace creer que la mesa real es algo estable y no un proceso o devenir. En este punto Nietzsche expresará siempre su veneración por Heráclito, en tanto que filósofo del cambio, la contradicción y la guerra eterna.
Igualmente lo que en otros textos llama voluntad de verdad de los filósofos expresa, según Nietzsche, una ficción que esconde una soterrada voluntad de poder decadente. Sus conceptos momificados como ser, sustancia, causa, voluntad individual o yo en lo ontológico, o categoría, verdad o mentira en lo epistemológico, consisten en cáscaras o ficciones vacías que carecen de correlato real. El hombre es el animal que miente, dirá Nietzsche. La mayor mentira o ficción termina siendo la creencia en alguna verdad objetiva que oponer a las mentiras o ficciones tejidas colectivamente por el juego de voluntades subjetivas, expresiones diversas de la vida en pugna unas con otras. La razón es solo otro instrumento de dominación más.
Por tanto, la verdad pende de la perspectiva vital, no de un reino universal y objetivo. Finalmente todo es interpretación: una ficticia arquitectura de sentido en que se expresa lo real, siempre determinada por la posición y fuerzas vitales que atraviesan al sujeto vivo. Tras cada teoría filosófica, incluso científica, debemos rastrear los secretos aspectos vitales y biográficos que expresan, mediante lo que Nietzsche llama genealogía filosófica. 
En conclusión: No existe un punto de vista privilegiado, universal y objetivo, diferente a los que propicia la vida misma. Tal ha sido siempre la gran ilusión de la Razón de los filósofos: incluso la lógica será “la mayor de las ficciones”. El consenso conceptual mediante el que tratamos de domesticar y sistematizar una realidad indomeñable y caótica. Análogamente la ciencia juega a sus propias ficciones cuantificables, "ficciones útiles", y se enclaustra en el reduccionismo conceptual y matemático. Frente a los filósofos depreciadores de lo sensible y momificadores conceptuales de lo vivo, Nietzsche siempre alabará al artista trágico, dionisíaco, capaz de sublimar desde lo sensible mismo el fondo abismal de la existencia.

O-) La Historia de la filosofía es la historia de un error que empieza con el intelectualismo y logicismo de Sócrates, sostiene Nietzsche, y que desemboca en un Platón que eleva las ideas al rango de originarias realidades objetivas y eternas, independientes del devenir o acontecer cambiante, que se limitaría a reflejarlas. Esta es “la ilusión del mundo verdadero” frente al “mundo aparente”, que en su trasfondo expresa un ánimo calumnioso contra la realidad sensible y cambiante, contra el dolor y el placer, contra la trágica finitud y el dinamismo creador-destructor de la vida. Un instinto débil e injurioso contra la única vida que hay tal como es realmente. Así, las características de ese presunto mundo verdaderoel mundo trascendente de las Ideas platónicas coronadas por el Bien, o del reino espiritual cristiano coronado por Dios- se obtienen ontológicamente por negación sistemática de las auténticas características de lo real, de la única vida. Si la realidad es finita, sensible, conflictiva y dinámica, está hecha de carencia y dolorosa tensión, esa realidad metafísica inventada se define por la atemporalidad, abstracción, quietud, plenitud o infinitud. Todo a lo que los filósofos llamaron Ser, condenando lo real y sensible a la condición de aparente o irreal engaño, y proclamando una soberbia e impostada condena y desconfianza de los sentidos.
En realidad, puesto que tales características del ser se obtienen por negación de lo real y existente, codifican las características de la Nada. Esta es la gran inversión ontológica y epistemológica del inmanentismo de Nietzsche negador de la vieja trascendencia metafísica, eje de su transmutación general de todos los valores. En ese sentido el budismo (“religión para hombres tardíos”) representa un nihilismo (sustento o afán de nada) coherente, mientras que el cristianismo atrapado en su mala fe no lo reconoce en sus propias entrañas.
De modo que al anunciar la muerte de Dios y la era del nihilismo, Nietzsche no solo establece la gran crisis moral de Occidente sino el comienzo del fin de un nihilismo metafísico que al fin se reconoce como tal, y que tras un duro vacío de postración anuncia que debe ser superado por un nihilismo trágico afirmativo y creador encarnado en la figura del superhombre.
También en este sentido metafísicamente contestatario puede entenderse en Nietzsche su Eterno retorno de lo mismo: como un símbolo de la santificación y eternización de nuestra existencia finita, sensible y cambiante, siempre despreciada por el platonismo occidental, en un ciclo eterno en que se reafirmaría infinitamente a sí misma.




3. Comparativa

Para este apartado vendrán especialmente bien el propio Platón (P-2, Resumen Teoría) u Ortega (O-2, Ortega resumen teoría) como superación del vitalismo nietzscheano.



4. Resumen vigencia Nietzsche

Pese a su ruptura con Wagner y su rechazo al antisemitismo y el nacionalismo alemán, los textos nietzscheanos convenientemente recortados sirvieron de referente a los nazis, que usufructuaron en especial su idea de superhombre ligándola a su mítico ideal ario, y como el resto de los fascismos coincidentes con su ensalzamiento de la voluntad irracional como superior a la razón, un mero instinto débil.  En general, estas características de la filosofía nietzscheana, junto con su relativismo cognoscitivo y subjetivismo, reviven elementos que ya encontramos en los sofistas griegos más cínicos que enfrentaran Sócrates y Platón.

El siglo XX constituirá, en su primera mitad de las grandes guerras y horrores, esa época de la desesperación nihilista que Nietzsche anunció. E inspirará por igual a existencialismos de derechas como el de Heidegger -quien verá en Nietzsche y su voluntad de poder la última expresión de esa metafísica occidental cuya voladura pretendió- como a los existencialismos de izquierdas (Sartre y Camus) en Francia, que recuperaron su anti-esencialismo y su concepción de la libertad trágica como creadora de valores. Ortega y Gasset será de los filósofos que comiencen su andadura desde el vitalismo nietzscheano, para terminar de superar su irracionalismo propugnando una razón vital.

Nietzsche no se erigirá solo en santo patrón del ateísmo filosófico, sino que su radical análisis de la realidad y del conocimiento como inacabable juego de interpretaciones sin referente objetivo alguno se reavivará en el último tercio del s. XX por las distintas corrientes posmodernas y hermenéuticas, en especial francesas a partir de Foucault o Deleuze (en sus análisis del poder, del hombre como maquinaria deseante, etc…).







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