N-1 Contexto Hco-cultural y
filosófico
a)
El siglo XIX se inaugura con el Romanticismo, una corriente cultural y
espiritual de reacción al racionalismo
ilustrado del siglo XVIII. Frente a la omnipresencia y preeminencia
concedida a la razón en todos los
aspectos de la vida, se ensalza ahora la intuición
y las emociones irracionales como
superiores a la fría y mecánica razón,
el regreso a una Naturaleza idealizada
frente a la maquinización urbana, y en
general la loa al artista sobre el científico o el técnico. Sin embargo lo que
el siglo trae consigo es la Revolución
Industrial en aquellos países donde se asientan las ideas liberales y una burguesía
industrial y comerciante bien establecida con gran poder social y político, Gran
Bretaña a la vanguardia. Es la época de las Revoluciones liberales en que esa burguesía aliada con los
movimientos trabajadores derroca a lo largo de Europa el poder de los viejos
estamentos privilegiados del Antiguo
Régimen.
Sin embargo, el proceso de industrialización dará lugar a una
creciente concentración del capital y
las fábricas en manos de esa elite industrial emergente, y a nuevos
procesos de explotación de las masas trabajadoras, pauperizadas en una
situación extrema y miserable que pintarán las novelas de Dickens o de la que partirá Marx
en sus análisis de las contradicciones del capitalismo. Estas masas empiezan a
cobrar conciencia de clase a mediados de siglo y ello derivará en distintos
periodos de Revoluciones obreras cuyo paradigma lo constituirá la Comuna de París. Es la época del
florecimiento de las corrientes socialistas
y anarquistas.
También será la
época, siguiendo la estela del Romanticismo, de los nacionalismos –la burguesía trata de proteger estatalmente los
mercados internos- con una componente de pertenencia a la tierra, las raíces
espirituales y sus tradiciones históricas de carácter cuasi religioso, lo que espoleará el desarrollo de las ciencias históricas y filológicas. Será
en la segunda mitad del siglo cuando estos movimientos nacionalistas logren
reunificar y forjar en Europa el estado moderno alemán y el italiano bajo los
acordes y mitos nacionales de Wagner
y Verdi.
Nietzsche criticará en sus Consideraciones
intempestivas el exaltado nacionalismo alemán tras la guerra franco-prusiana;
y en general los sentimientos nacionalistas lo mismo que al socialismo como sustitutivos del viejo Dios metafísicamente
muerto.
A
caballo de la Revolución industrial, se desarrollan las ciencias de la energía, que frente a la exactitud matemática del
viejo mecanicismo newtoniano descansan ahora en el cálculo de probabilidades y estadístico, al igual que los incipientes estudios
sociales que darán pie al nacimiento de las ciencias sociales modernas.
Darwin
revoluciona el pensamiento científico y filosófico con su teoría de la evolución por selección natural y pone las bases de la
Biología moderna. A la adaptación ideológica de esas ideas al mundo
humano, naturalizando el orden
capitalista y el éxito de las clases depredadoras, la miseria mayoritaria como
inevitable y la invitación a la eugenesia
social que llegará a sus extremos en el S.XX, se lo conocerá como darwinismo social.
b)
El siglo comienza con la prevalencia del gran Hegel, que consumará la tradición del idealismo alemán iniciada por el ilustrado Kant. Hegel rechaza la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno y concederá a la realidad
un estatus dialéctico e histórico.
El de una sustancia subjetiva y
espiritual –la Idea o Espíritu Absoluto- cuyo despliegue como
Naturaleza y luego Historia recorre un camino necesario hacia la autoconciencia, hacia el
fin de la Historia en que al fin lo real se materializa como plenamente
racional: una visión lineal y
progresista que culminaría en sociedades humanas al fin regidas por la libertad. Una linealidad y sentido último de la Historia de raíces cristianas, a los que
Nietzsche contrapondrá su visión trágica
y circular del tiempo en su Eterno
retorno de lo mismo. Los discípulos idealistas
y conservadores cristianos se
agruparán en la llamada Derecha
hegeliana, mientras que los progresistas
y materialistas como Feuerbach y Marx constituirán la izquierda
hegeliana, preservando su fe en un
sentido de la Historia pero renegando de su idealismo: para Marx el motor
histórico no serán ya las ideas sino la evolución de las condiciones materiales
y sociales.
La
reacción al hegelianismo vendrá dada por varios frentes irracionalistas y vitalistas.
El joven Schopenhauer será un
profesor sin alumnos por competir a la misma hora de las clases del viejo y
consagrado Hegel, y elaborará las bases de las llamadas filosofías de la voluntad
como la del propio Nietzsche, renegando
de esa razón totalizante e incluso
de la naturaleza racional de lo real:
en última instancia, las fuerzas
irracionales e instintivas de la
vida subyacen a toda racionalidad,
que supone una mera expresión derivada, plástica y figurativa de las mismas. Kierkegaard enfrentará al hegelianismo desde
la irreductible realidad de la existencia
individual, de su fe y angustia
religiosas inabarcables desde la razón, poniendo las bases del existencialismo posterior del s.XX.
En
Francia triunfa el positivismo de Comte que declara superada la vieja
metafísica y anuncia una era positiva
en que la ciencia y la técnica se
encargarán de resolver todos los problemas y necesidades humanas, de la que él
mismo se erigirá en sumo sacerdote (ver su resurgir en la web en forma de diversas sectas
tecnófilas y futuristas). Todo ello a partir de una concepción excesivamente reduccionista de la propia ciencia para nuestros
estándares contemporáneos, limitada a los campos de utilidad técnica y
tangible, libre de toda especulación: la ideología tecnocrática de la
Revolución industrial. Asimismo Comte
inaugura la sociología como nueva
ciencia, en vistas igualmente a una ingeniería
social encaminada a la productividad y bienestar material.
Nietzsche,
hijo de un pastor protestante y el poderoso influjo de su madre, estudia filología
clásica, de la que deriva hacia la crítica cultural y filosófica. Niño y adulto
enfermizo, de terribles migrañas, los conceptos de salud y enfermedad, de auge y decadencia vital que él mismo vivió en diversos periodos de su propia
vida con gran intensidad, constituirán conceptos cardinales y recurrentes de su
filosofía vitalista. La
crítica del S.XX incluirá a Nietzsche con Marx y Freud entre los llamados filósofos de la sospecha: los grandes desveladores críticos de la cultura occidental.
N-2. Resumen Teoría ontoepistémica
O-Ontología E- Epistemología;
O-) En
sus años de estudiante Nietzsche queda impactado por El mundo como voluntad y representación
de Schopenhauer. Este pionero del vitalismo defiende que el mundo es la expresión plástica, fenoménica, de una ciega e
irracional voluntad de vivir que
permea y alienta en las cosas. Esta
voluntad carece de sentido o dirección alguna más allá de su propio expresarse y
propagarse a través de los seres individuales, sus instrumentos desechables. Todo
ser vivo es voluntad siempre insatisfecha, decepcionada y dolorosa. El hombre
es el único capaz de hacerse consciente
de la ausencia de finalidad o sentido de la vida: su carácter trágico. Se
trata de una metafísica intensamente pesimista
de la existencia. El goce estético, la contemplación de la belleza, nos libera
del dolor de la existencia momentáneamente; pero la única salvación radica en la renuncia total al deseo, la voluntaria renuncia a la voluntad camino al nirvana (la nada) budista.
Nietzsche
se abocará a una superación del pesimismo de Schopenhauer. Renegará de su
claudicante negación de la vida para
oponerle una visión creadora y afirmativa
de ese carácter trágico. Preservará su convicción de que los conceptos
filosóficos fundamentales no son ya el ser
o la razón, sino la propia vida como insalvable horizonte de existencia, más allá de
su mero sentido biológico: una fuerza irracional, instintiva y ciegamente
creadora de la que se derivan nuestros valores
humanos, nuestras decisiones, interpretaciones e ilusiones cognitivas. En especial, la ilusión metafísica típicamente occidental que instala lo racional en el corazón de lo real. La voluntad de
vida schopenhaueriana queda redefinida y superada como afirmativa voluntad de poder: la tendencia
universal de todo lo vivo a crecer
superando obstáculos, a celebrar
la propia vida en sus triunfos sublimadores del dolor (lo que remite a
la potencia
de ser y a la alegría entendida como apertura de posibilidades en Spinoza, a quien Nietzsche admiraba). El
célebre sí a la vida nietzscheano: no pese a su carácter trágico sino precisamente por ello mismo.
Igualmente resulta difícil no escuchar
los ecos de la triunfante concepción evolucionista
darwiniana de la época, en la que el sombrío juego competitivo por los recursos
y la reproducción premia con más vida y legado a los mejor adaptados (“Y no
obstante hay grandeza en esta visión de la vida”, terminaba Darwin su Origen de las especies).
O-) El primer Nietzsche, filólogo clásico, aborda su primer pensamiento original en su tesis doctoral: El nacimiento de la tragedia. Allí desmonta los prejuicios europeos heredados durante siglos, para los que Grecia simbolizaba la cuna del racionalismo, la mesura, el equilibrio, la simetría y la belleza proporcionada. Según Nietzsche, rasgos de su vertiente apolínea –rasgos del luminoso dios Apolo del conocimiento y la razón- en sus ciencias o artes plásticas glorificadas por el falsificador y cristiano Occidente, sin embargo ciego para su poderoso otro aspecto dionisíaco expresado en su arte trágico o en el espíritu de la música. Dionisos expresa la ebriedad y desmesura, la colectividad orgiástica frente a la diferenciada individuación: refleja el fondo incontrolable, oscuro e indiferenciado de la vida. En el ser humano implica las pulsiones animales que laten bajo los mentirosos ropajes culturales de civilización, racionalidad y contención –de nuevo el darwinismo y su polémica afirmación de que somos producto de la evolución animal; y décadas más tarde, la influencia de esta idea para el psicoanálisis de Freud-.
Después,
la filosofía nietzscheana irá recorriendo el camino de una profunda crítica de los fundamentos de la metafísica
occidental –crítica a la razón, a
la moral, al lenguaje, a la ciencia- los cuales
incardina en la tradición judeocristiana
en conjunción con el platonismo:
fuerzas espirituales decadentes que
vinieron a degradar la exuberante vitalidad
trágica de la Grecia presocrática. Con el racionalismo socrático-platónico aparecen los primeros signos de
cansancio, y su fusión posterior con los valores
cristianos desemboca en una concepción forjada desde instintos débiles, enfermizos, resentidos
que se vuelven contra los propios valores vitales. Contra sí mismos.
E-) En su Verdad y mentira en sentido extramoral Nietzsche se empleará en desmontar la creencia en las verdades objetivas reduciéndolas a meros engaños del lenguaje, ese “ejército de metáforas en movimiento”: un engaño que termina hipostasiando y cosificando tales metáforas en ilusorias realidades independientes y objetivas. Quedamos así atrapados en nuestras propias telarañas conceptuales y acabamos confundiendo nuestro mapa de conceptos con el fluido territorio. La estaticidad de los conceptos conduce a la ilusión de entidades estables en una realidad dinámica y conflictiva donde no existen tales. El concepto mesa nos hace creer que la mesa real es algo estable y no un proceso o devenir. En este punto Nietzsche expresará siempre su veneración por Heráclito, en tanto que filósofo del cambio, la contradicción y la guerra eterna.
Igualmente lo que en otros textos llama
voluntad de verdad de los filósofos expresa,
según Nietzsche, una ficción que
esconde una soterrada voluntad de poder decadente. Sus conceptos momificados
como ser, sustancia, causa, voluntad
individual o yo en lo
ontológico, o categoría, verdad o
mentira en lo epistemológico, consisten en cáscaras o ficciones vacías que carecen de correlato real. El hombre es el animal que miente, dirá
Nietzsche. La mayor mentira o ficción termina siendo la creencia
en alguna verdad objetiva que oponer a las mentiras o ficciones tejidas
colectivamente por el juego de voluntades subjetivas, expresiones diversas de
la vida en pugna unas con otras. La razón es solo otro instrumento de dominación más.
Por tanto, la verdad pende de la perspectiva vital, no de un reino universal y objetivo. Finalmente todo es interpretación: una ficticia
arquitectura de sentido en que se expresa lo real, siempre determinada por la
posición y fuerzas vitales que atraviesan al sujeto vivo. Tras cada teoría filosófica, incluso científica, debemos rastrear los secretos aspectos vitales y biográficos que expresan, mediante lo que Nietzsche llama genealogía filosófica.
En conclusión: No existe un punto de vista
privilegiado, universal y objetivo, diferente a los que propicia la vida
misma. Tal ha sido siempre la gran ilusión de la Razón de los filósofos: incluso la lógica será “la mayor de las ficciones”. El consenso conceptual mediante el que tratamos de domesticar y sistematizar una realidad indomeñable y caótica. Análogamente la ciencia juega a sus propias ficciones cuantificables, "ficciones útiles", y se enclaustra en el reduccionismo conceptual y matemático. Frente a los filósofos depreciadores de lo sensible y momificadores
conceptuales de lo vivo, Nietzsche siempre alabará al artista trágico,
dionisíaco, capaz de sublimar desde lo
sensible mismo el fondo abismal de la existencia.
O-) La Historia de la filosofía es la historia de un error que empieza con el intelectualismo y logicismo de Sócrates, sostiene Nietzsche, y que desemboca en un Platón que eleva las ideas al rango de originarias realidades objetivas y eternas, independientes del devenir o acontecer cambiante, que se limitaría a reflejarlas. Esta es “la ilusión del mundo verdadero” frente al “mundo aparente”, que en su trasfondo expresa un ánimo calumnioso contra la realidad sensible y cambiante, contra el dolor y el placer, contra la trágica finitud y el dinamismo creador-destructor de la vida. Un instinto débil e injurioso contra la única vida que hay tal como es realmente. Así, las características de ese presunto mundo verdadero –el mundo trascendente de las Ideas platónicas coronadas por el Bien, o del reino espiritual cristiano coronado por Dios- se obtienen ontológicamente por negación sistemática de las auténticas características de lo real, de la única vida. Si la realidad es finita, sensible, conflictiva y dinámica, está hecha de carencia y dolorosa tensión, esa realidad metafísica inventada se define por la atemporalidad, abstracción, quietud, plenitud o infinitud. Todo a lo que los filósofos llamaron Ser, condenando lo real y sensible a la condición de aparente o irreal engaño, y proclamando una soberbia e impostada condena y desconfianza de los sentidos.
En realidad, puesto que tales
características del ser se obtienen por negación de lo real y existente, codifican las características de la Nada. Esta es la
gran inversión ontológica y epistemológica del inmanentismo de Nietzsche negador de la vieja trascendencia metafísica, eje de su transmutación general de todos los
valores. En ese sentido el budismo (“religión para hombres tardíos”)
representa un nihilismo (sustento o
afán de nada) coherente, mientras
que el cristianismo atrapado en su mala fe no lo reconoce en sus propias
entrañas.
De modo que al anunciar la
muerte de Dios y la era del nihilismo, Nietzsche no solo establece
la gran crisis moral de Occidente sino el comienzo del fin de un nihilismo metafísico que al fin se
reconoce como tal, y que tras un duro vacío de postración anuncia que debe ser
superado por un nihilismo trágico afirmativo
y creador encarnado en la figura del
superhombre.
También en este sentido metafísicamente
contestatario puede entenderse en Nietzsche su Eterno retorno de lo mismo:
como un símbolo de la santificación y
eternización de nuestra existencia finita, sensible y cambiante, siempre despreciada
por el platonismo occidental, en un ciclo eterno
en que se reafirmaría infinitamente a sí
misma.
3. Comparativa
Para este apartado vendrán especialmente bien el propio Platón (P-2, Resumen Teoría) u Ortega (O-2, Ortega resumen teoría) como superación del vitalismo nietzscheano.
4. Resumen vigencia Nietzsche
Pese
a su ruptura con Wagner y su rechazo al antisemitismo y el nacionalismo alemán,
los textos nietzscheanos convenientemente recortados sirvieron de referente a
los nazis, que usufructuaron en
especial su idea de superhombre
ligándola a su mítico ideal ario, y como el resto de los fascismos coincidentes con su ensalzamiento de la voluntad irracional como superior a la razón,
un mero instinto débil. En general, estas
características de la filosofía nietzscheana, junto con su relativismo cognoscitivo
y subjetivismo, reviven elementos que
ya encontramos en los sofistas griegos
más cínicos que enfrentaran Sócrates y Platón.
El siglo XX constituirá, en su primera mitad de las grandes guerras y horrores, esa época de la desesperación nihilista que Nietzsche anunció. E inspirará por igual a existencialismos de derechas como el de Heidegger -quien verá en Nietzsche y su voluntad de poder la última expresión de esa metafísica occidental cuya voladura pretendió- como a los existencialismos de izquierdas (Sartre y Camus) en Francia, que recuperaron su anti-esencialismo y su concepción de la libertad trágica como creadora de valores. Ortega y Gasset será de los filósofos que comiencen su andadura desde el vitalismo nietzscheano, para terminar de superar su irracionalismo propugnando una razón vital.
Nietzsche no se erigirá solo en santo patrón del ateísmo filosófico, sino que su radical análisis de la realidad y del conocimiento como inacabable juego de interpretaciones sin referente objetivo alguno se reavivará en el último tercio del s. XX por las distintas corrientes posmodernas y hermenéuticas, en especial francesas a partir de Foucault o Deleuze (en sus análisis del poder, del hombre como maquinaria deseante, etc…).
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